Dormí algo más de 5 hs. Me despertó el sonido de una bolsa de plástico pero no pude identificar si era de la calle o venía de algún lugar del departamento de Emilio.
Silencio.
El departamento de Emilio queda en un tercer piso por escalera. Esta a solo pocos metros del puente de Triana que separa a esté orgulloso barrio del resto de Sevilla. Ellos no se consideran incluso parte de Sevilla: son de Triana. Cientos de años atrás, el mismo río Guadalquivir los separaba pero con un muro y había que cruzar en balsa a las barriadas, hoy Triana. Me gusta estar en un barrio con orgullo y personalidad que adquirió por años, tienes algo de que diferenciarte del resto. Lo mismo sucede con los que viven en la República de San Vicente en Córdoba.
Cuando llegué hace... parece que hace semanas que estoy aquí... cuando llegué ayer por la mañana y entré a su edificio me recibieron los azulejos a los bordes de la pared. Colores. Dibujos. Pinturas hechas a mano. Que exquisitez pensé. Y vinieron a mi mente mis 3 mujeres: Abuela, Madre y Hermana. A las 3 por igual les encantaría. Puedo ver las manos arrugadas de mi abuela tocándolas suavemente y sonriendo... si pudiese la traería a ella. Siempre fue un sueño viajar a España con mi abuela. No sé porqué. Y ya se me empezó a nublar la vista mientras hago la cola para ingresar al Alcázar.
Mierda.
Ok. Trato de distraerme y volver donde estaba. Los azulejos. 3 pisos de escaleras medio en espiral. Un edificio viejo de esos que tanto me gustan. No hay rastro de yeso o durlock aquí: todo es ladrillos, cemento y pintura. Todo tiene su Historia. Aquí vivieron los padres de Emilio y aquí sigue viviendo él en el mismo lugar donde vivía con ellos. Un departamento enorme, varias habitaciones y ventanas a la calle, la que cruza directo al Puente de Triana. Abajo, bares y negocios y árboles de toronjas. Naranjos para ellos. Hermoso todo.
Estiré la mano y agarré mi celular. Entre la hipermetropía que tengo y las lagañas matinales, creí ver que eran las 8 y algo de la mañana: se habrá despertado Emilio? Escuché un ruido en algún lugar, decidí levantarme y caminar descalzo por los pisos viejos del departamento. Estaba en la cocina con cara de dormido y cansancio: no había podido dormir. Y debía trabajar hasta las 20:30 de hoy. Parado. La muerte. Eh, trabajo al fin.
Me duché, organice mi mochila y cargue todo. Decidí salir a la calle con el peso con el que estaría todos estos días para acostumbrarme. No desayuné para poder estar listo y salir a la calle y acompañar a mi amigo al trabajo. Uno de los que tiene.
Sevilla estaba vacía. Triana aún más. Casi las 9 am y existe un hermoso silencio que llena todo. Las veredas y calles ya están limpias y lavadas. Paso firme por el puente y llegamos a Sevilla. Esperen. Ya creo que estoy en otra ciudad yo también? Triana me ha conquistado.
Me despedí de mi amigo en la puerta de su trabajo y decidí buscar un lugar para desayunar tarea nada fácil para un turista donde necesita en principio comer lo que está acostumbrado a comer y pagar por eso lo que considera un precio justo. Bastantes opciones en una zona típicamente turística y no podía saber si el precio de un café era un buen precio o exagerado. Entre la comparación de Starbucks's y un café local me di cuenta que era exagerado. Y mi
amigo Gabriel me dio sus precios de referencia Suiza. Suficiente. Me senté, pedí un té con leche (bien!! Por fin alguien que pregunta si quiero té CON leche o té DE leche!!) y para masticar las opciones eran tostadas o pan con salame, chorizo, jamón... me decidí por el chorizo en tamaño grande pensando que estaría toda la mañana caminando. Gasté más 2.5€ y me dije que sería el primer y último día que haría esto: mañana desayuno en el departamento o compraré un pan enorme en la panadería del frente y tomare un té en la calle. Espero que el espíritu de Turista se apodere de mí. Cada duro cuesta como cada paso dado.
A mi lado una señora elegante espera desayunar. Al frente la ciudad y las vías del tren. Tiene dos tazas y es claro que espera a alguien. Una linda mujer con camisa liviana y pelo a los hombros con algunas canas ya. Dos perros salchichas la acompañan, tienen sus años por las mismas canas en el hocico y porque están con algo de sobrepeso. ¿Será de aquí o habrá viajado con sus mascotas? Al rato llega a quien esperaba y es evidente que es su esposo. El sol comienza a llegar más cerca de mi mesa y yo voy por la tercera taza de té con leche (eso es lo bueno de pedir eso para desayunar: siempre se sirve en jarra y alcanza para más de una taza)
Decidí visitar el Alcázar. Ok, tengo que pagar, pero hay que hacerlo para algunas cosas: visitar Sevilla y no pisar uno de sus Patrimonios de la Humanidad sería un pecado. La fila de gente es larga. Italianos, franceses, un par de señoras rusas que me cruzan apuradas. ¿Alguien dijo Chinos? Ya conquistaron el mundo. Asúmanlo. Vienen en grupos enormes. Traductores y mapas personalizados para ellos. Yo solito. Yo mi mochila y mi almita. La pareja enamorada que se abraza y besa cariñosamente más adelante y otro turista solo como yo pero con ojotas al que envidio profundamente. Nota mental: comprar ojotas cuanto antes.
Metros adelante, un enorme muro de piedra y ladrillos algo destruido me invita desde su arco central a ingresar a el Alcázar, la morada de los Reyes.
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